Sueños de grandeza
miércoles 16 de noviembre de 2022, 02:44h
No hay cosa más ridícula que querer aparentar lo que no se es, en esos sueños de grandeza que, de vez en cuando, anidan en la mente ilusa de quien creyéndose lo que no es, acaba en la creencia de que, efectivamente, es ese personaje que creyó ser en sus sueños, mas, claro, como siempre, la realidad, al despertar, nos pone inexcusablemente en el sitio que nos corresponde, y todo intento de luchar contra corriente no hace sino exigir un esfuerzo que, más temprano que tarde, acabará pasando factura sobre el intelecto y, además, generalmente, nos colocará en una situación cómica en la que, como no puede ser de otra manera, nos inducirá a hacernos acreedores al hazmerreir ajeno, acabando de dejar exhausto y con un palmo de narices a quien creyendo que puede hacer creer a los demás quien no se es, dejará al aire sus vergüenzas más íntimas.
No obstante, cuando esos sueños se aferran como garrapatas imposibles de desprender siendo el concernido una autoridad competente, el ridículo suele ir adobado en un extremo sin igual, porque, al fin y al cabo, quienes logran ostentar algún poder sobre la ciudadanía acaba creyéndose el rey y acotados del mambo y que todos sus actos han de ser tragados y acatados, como palabra de Dios, por aquellos sobre los que se ejerce ese poder, que en algunos casos de extrema peligrosidad pueden acabar como el rosario de la aurora, más cuando ese poder se ejerce de una manera omnímoda, tratando de que los actos sobre los que recae pasen a la historia del pueblo como algo verdaderamente valioso y exitoso por quienes se creen haber inventado la pólvora, cuando, en verdad, juegan y tiran con pólvora del rey, sobremanera cuando el coste de sus ocurrencias son sufragados con los fondos de que se nutre la Caja Pública de Caudales, sin que debamos olvidar que esos fondos no proceden del bolsillo dadivoso del autor de la tropelía, sino de los bolsillos de todos los ciudadanos, que asisten, impávidos, asombrados y, en cierto modo, escandalizados, a la alegría con que se dispendian fondos que, en definitiva, no contribuyen sino a cultivar el egocentrismo y la egolatría del autor o autores de tales, hay que decirlo, de barbaridades, borrachos de la creencia en su superioridad sobre el resto de los mortales, creyéndose los árbitros de la elegancia, únicos e insustituibles, simplemente por haber alcanzado ese estatus de poder o autoridad que debería ser ejercido para lograr el bienestar de los ciudadanos, pensando siempre en el interés general y en el bien común.
Esos sueños de grandeza, generalmente, acaban siempre en megalomanía, por querer alcanzar y sorprender al pueblo con cosas que creen que jamás han sido vistas por estos lares, aunque, ciertamente, sí es cierto, valga la redundancia, que algunos quedando obnubilados ante lo que se presenta a sus ojos, quedando encantados de haberse conocido, haciéndose copartícipes del cuento de la lechera, soñando con un mundo irreal que acabará dando de bruces a quien quedó absorto por lo que piensan lo que era una maravilla y al final no deja de ser el resultado de un trilerismo sin igual.
Así nos encontramos con la remodelada Calle Ancha, vía emblemática de la ciudad de Albacete, en el tramo que recientemente se ha convertido en peatonal y que viendo lo que se ve, no deja de ser un sueño de algunos megalomaníacos con ínfulas de grandeza y con ese ánimo descarnado que, de un tiempo a esta parte, se ha convertido en una lucha sin cuartel contra el coche, enfermedad que se pone de manifiesto en todas esas anchas aceras, por las que no pasa un solo peatón a lo largo del año, y la calzada reducida a su mínima expresión por la que, a veces y según el lugar, parece imposible que, caso de emergencia, pueda transitar por ella un camión de bomberos o una ambulancia, pongo por caso. Mas, viendo el dispendio dispensado para el adoquinado de dicho tramo de la Calle Ancha, lo primero que nos viene a la cabeza son las pirámides de Egipto, en las que los faraones no escatimaron en trabajo (lógico, realizado por los esclavos) y riquezas, para preparar su morada para el reino del más allá. Y, por si fuera poco, pensando en facilitar el paseo a los viandantes, éstos no hacen sino encontrar a cada paso un obstáculo (pienso en esos monumentales maceteros, cuando bien pudieron haber plantado los árboles incluidos en los mismos en el suelo raso) que acaba, junto con los bancos, farolas y demás aderezos, convirtiendo dicha calle en una pista de obstáculos, digna de una competición que bien podría proponerse para deporte en las próximas olimpiadas. Y, a todo esto, sin saber a ciencia cierta cual es el montante que ha costado este primer dispendio de remodelación, que, como casi siempre, por no decir siempre, acaban haciendo necesarios retoques, subsanaciones y rectificaciones, que, en realidad, nunca debieran producirse, siendo el caso de que debemos contar con un nutrido grupo de sesudos técnicos y expertos en estos menesteres, pero es que cuando se trata de obras públicas, parece ser que primero se llevan a cabo y después se piensa, pues, al fin y al cabo, se cuenta con esa Caja Pública de Caudales que, si seguimos las directrices de la otrora Vicepresidenta de los Gobiernos de los ínclitos José-Luis Rodríguez Zapatero y el Pseudo-Doctor-Sánchez, Carmen Calvo, ese contenido de la misma, es dinero público y éste, no es de nadie.
Y, hablando de dispendios y despilfarros, y por si fuera poco, nos encontramos con la megalomaníaca idea de la actual Corporación Municipal, a la que se le ha encendido la bombilla, nunca mejor dicho, y ha dado el visto bueno al ornato de la misma con un aparatoso montaje, enclavado y adosado a las fachadas de los edificios colindantes con el mismo, para colgar del mismo miles de bombillas multicolores, incluido un exclusivo espectáculo de luz y sonido que dejará boquiabierto a más de uno y que ha dejado convertida en un bodrio la otrora santo y seña de la Ciudad Albaceteña. Además, dicha estructura besa las fachadas de las edificaciones recayentes a dicha calle y que, a más de uno, si no pone cortinas de uralita o de cemento armado, no va a dejar pegar ojo, con la agravante de no haber contado, quizás, con el consentimiento de los propietarios de dichas edificaciones para tal uso.
Y todo ello, pensando en hacer de la mentada calle, la calle Larios de Málaga, que tiene cojones ese capricho de querer ser cabeza de León, cuando a lo mejor sólo merecemos ser cola de ratón, más sorprendiendo a los desprevenidos que pensarán en las buenas ideas del Grupo de Gobierno Municipal, cuyos miembros estarán nerviosos y deseosos de que empiece el espectáculo, desfilando por la susodicha con el laurel victorioso sobre su cabeza, mientras un nutrido grupo de adláteres, corifeos, acólitos, paniaguados y mamandurrieros, van arrojando a su paso pétalos de rosas a la manera de los Emperadores Romanos.
En fin, mientras el pueblo tirita de frío y rila de hambre se producen estas ocurrencias, teniendo en cuenta que ese espectáculo de luces, sonidos y colores, acabará costando más de 500.000 euros, sin contar el consumo de la electricidad que, a precio al que se pone el megavatio, costará otro pico, aunque digan que se trata de bombillas de bajo consumo eléctrico, porque dada su cantidad hará saltar la banca de la factura de la luz.
Un auténtico despilfarro, como sin pelos en la lengua, ha sido calificado por el Grupo Municipal de Podemos, a costa del bolsillo de todos los albaceteños.
Así nos luce el pelo. Y así de depauperado nos dejan el bolsillo
MIGUEL-ÁNGEL VICENTE MARTÍNEZ
16 de Noviem