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Buscando a Wally

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 08 de mayo de 2019, 05:39h

El resultado de las elecciones generales del pasado 28 de Abril, revelaron el mayor y estrepitoso desenlace para un Partido, el Partido Popular, que, con Pablo Casado a su frente, creía haberse convertido en el adalid de la victoria, el indiscutible líder de lo políticamente correcto, el cabecilla que, cual reencarnado Capitán Trueno, dando mamporros a diestra y siniestra, con los eslóganes de “Voto a Bríos” y “Santiago y cierra España”, haría frente, como he dicho anteriormente, tanto a la diestra (Ciudadanos y Vox), como a la siniestra (PSOE y Unidas Podemos), reinstaurando la paz y la libertad en este país, aún hoy, a duras penas, llamado España, y que acabaría con la malsanía del independentismo Catalán, independentismo que ciega la mirada de todos los actores políticos, ciscados con Cataluña, y que, respecto del PNV, se va fortaleciendo día a día, en una deriva hacia su secesionismo, callado y pacífico, a través de las sucesivas transferencias de competencias, continuas y sin solución de continuidad, que han ido consiguiendo, tanto del partido que va a gobernar España, el PSOE, como del que la ha gobernado en las últimas legislaturas completas, el propio Partido Popular, que han llevado a los vascos a alcanzar un grado de autodeterminación rayano en lo dicho, en el autogobierno y en el trato de tú a tú con el Estado Español, que es lo que, a grueso modo, persiguen los llamados independentistas catalanes, y todo, todas esas cesiones y condescendencias, por un puñado de votos para arreglar los rotos y agujeros de los necesitados gobernantes nacionales que han preferido vender su alma al diablo y, además, por un plato de lentejas, por lo que, aquí y ahora, nadie puede llamarse andana y hacer como que les pilla de sorpresa las pretensiones de Puigdemont, Torra y demás adalides del movimiento pro-independencia de Catalunya. Pero, es que, hay que recordar, que nos hallamos en España, ese país que está integrado por una masa de ciudadanos que, junto con sus prohombres o jerifaltes, adolece de una flaca memoria y todo lo tildan al albur de un apaño, a fin de que aquéllos, puedan seguir disfrutando de las prebendas, dádivas y complacencias que el poder lleva consigo en relación con los sujetos que logran asirlo y que, qué tendrá el poder, que se resisten a abandonarlo, agarrándose al mismo como a un clavo ardiendo, y todo ello aunque haya que vender cada cual a su padre.

Pero, en fin, vayamos al meollo de una de las consecuencias y derivas que el dicho resultado de las urnas ha traído consigo, o sea, lo más llamativo, cual ha sido la debacle, el desastre, la catástrofe o la hecatombe, o todas estas cosas a la vez, que han supuesto para el Partido Popular, o sea, para el Partido de la Gaviota: por cierto, ¿dónde ha quedado aquél atisbo de regeneración del partido confiado al mero cambio de “logo”? Recordemos que en los estertores del Marianismo y como una medida (aún más, sin fuste, sin contenido, una deriva más hacia la ruina y la nada) para volver a dirigir el rumbo hacia puerto seguro, fue cifrada a enterrar la gaviota o charrán, y su sustitución por una “encina” (la cual parece que se secó al instante), sobre la que musitó el desnortado Rajoy, ya fuera de sí y de sitio, que significaba la fortaleza derivada de la dureza de la madera del “árbol fagáceo de hojas pequeñas coriáceas con los bordes con puntas que pinchan, que da como fruto bellotas, que se emplean como pasto para el ganado de cerda, y son dulces y comestibles para las personas en algunas variedades; la madera es dura y compacta. Quercus ilex” (según dixit en el Diccionario de Uso del Español, de María Moliner). Ni qué decir que la torpeza cometida por quien tuvo y mantuvo la sutil idea del cambio de logo, fue de las que hacen época, no por el árbol en sí, sino por el fruto del mismo, pasto general de las cabañas de cerda, de cuya especie, todo hay que reconocerlo, nos llega ese jamón “pata negra”, de “jabugo”, que hace las delicias de propios y extraños, pero que no deja de ser un tanto altisonante y poco recomendable, la comparanza con una piara de cerdos. No es de extrañar, que “sotto voce en un coro detrás del abanico de plumas y de oro”, como expresa en una de sus rimas (la XL) el insigne poeta romántico, Gustavo Adolfo Bécquer, esa peregrina idea haya sido abandonada en silencio y sin declaración expresa al efecto.

Pues bien, al respecto hay que decir que las cosas no se producen porque sí, sin razones y sin fundamento, o sea, sin unas causas que, en este caso, desembocaron en una varapalo monumental, como no se había llevado el Partido Popular en tiempos, y eso que se partía de una base, en principio, nada desdeñable, pero que como se ha puesto de manifiesto, todo era fachada pretenciosa y apariencia huera y vacía, todo lo cual ocurre cuando un Partido, unas siglas políticas, reniega de sus principios ideológicos fundamentales, los cuales conforman un modo de vida y de comportamiento, por tanto, y se embarca en ideales y arquetipos sin sustancia, de mucho bombo y platillo, pero sin contenido ni fondo, lejos de los grandes principios de la civilización cristiana de Occidente, que conformaron al hombre, como ser único, con corazón y alma, dotado de inteligencia y bondad, de solidaridad y del que se predican todo el contenido de los llamados Derechos Fundamentales. Pero, aquí y ahora, las prisas y la llegada fácil y sin esfuerzo, sin trabajo, sin sacrificio a ciertos puestos desde los que se pretende asaltar la poltrona del poder, conduce, inexorablemente, al fracaso más estrepitoso y escandaloso que podamos imaginar. Es lo que se conoce como “alcanzar el poder por el poder, o sea, para servirse a sí mismo y al pueblo que le dén morcilla”.

Realmente, la campaña del Partido Popular ha sido desastrosa, preludio de la debacle, con un Pablo Casado, convertido en el Sastrecillo Valiente, lanzando mamporros, especialmente hacia su derecha, o sea, hacia Vox, la mayoría de los cuales, como ocurre con los malos boxeadores, han ido al aire, sin que ninguno de ellos, quizás, haya logrado siquiera rozar un dedo del pie del presunto enemigo. Esto, unido a la desideologización (en un símil de desintoxicación clínica) del Partido, ya iniciada con Mariano Rajoy, tras aquellas elecciones de Diciembre del año 2.011, en las que el PP llegó a tocar el cielo, junto a la soberbia, la arrogancia, el engreimiento y la fatuidad de sus prebostes, con ese mensaje rayano en lo ridículo de que “somos los mejores, fuera del PP, no hay vida”, lanzado a bombo y platillo hasta la extenuación, y con el añadido de la corrupción como signo de identidad, desde “in illo tempore” y norma de actuación de sus jerifaltes, cuyos casos no es preciso precisar, valga la redundancia, porque habría que ocupar varios folios por ambas caras, y su falsa proclamación de regeneración, teniendo en cuenta que ésta no consiste, simplemente, en sustituir a los viejos, a la vieja guardia, por hombres y mujeres jóvenes, en edad, pero quizás más viejos en ideas y modos que aquellos a quienes quieren reemplazar, y de los que han mamado su modus operandi, ha dado lugar a un caldo de cultivo o a una mezcla en la olla exprés que no ha hecho sino precipitar el resultado obtenido en esta última campaña electoral: pérdida de 67 escaños, y logro de solamente 66, lo que ha encendido todas las alarmas en el Partido, que de una España de color azul, ha propiciado una España de color rojo. Y ahora, a la vuelta de la esquina, las Autonómicas, las Locales y las Europeas, en las que será difícil levantar el vuelo (porque la gaviota o charrán están varados en tierra, impregnados de chapapote), porque, como suele ocurrir, nadie se da por enterado del estropicio y quién o quiénes lo han propiciado, echando pelillos a la mar y culpando sobremanera de esta deblace histórica a Abascal y a su Partido, y ya, haciendo de tripas corazón, y con tal de salvar el cuello, a Mariano Rajoy, expresamente, lo cual, pese a ser verdad, ya que el Sr. Registrador de la Propiedad, exPresidente del Gobierno, bien puede decirse que le dio, con su espantá y su entrega del poder a Sánchez, en un remedo de cómo fue entregada la cabeza del Bautista por Herodes a Salomé, la puntilla, no es menos cierto que todos los mandos actuales, incluso el propio Sr. Casado, vienen de la etapa de Don Mariano y han bebido en la misma copa que aquél, lo cual desautoriza la acusación por los propios sobre su persona, sólo con el ánimo de salvar el pellejo, pero sin que se haya debatido nada acerca del abandono de esos principios éticos y morales, que infundieron las bases de un Partido Popular, que vacío de los mismos vaga como alma en pena por la piel de toro, sin que sea suficiente la reunión del Presidente del PP con el barón de Galicia, Alberto Núñez Feijoó (otro que carece de empaque y de carisma y que duerme hasta las ovejas), sin simplemente proclamar que, ahora, a buenas horas, mangas verdes, se abrazan al centro, dejando en el camino tantas promesas incumplidas, base de su ideario, entre una de las que claman al cielo la derogación de la Ley Aido del Aborto libre, que supone un genocidio uterino anual de cien mil almas, a las que se les impide ver la luz del día, contra natura y contra la ley divina, humana y natural. Pero en esas estamos, llevando como un sambenito esa cruz a la que se refería, en reiteradas ocasiones, Santiago Abascal, de “esa derechita cobarde”. Difícil que, sin variar el rumbo, se pueda volver a levantar cabeza, pareciendo Pablo Casado un remedo de Hernández Mancha, que tantas expectativas levantó en el partido, como frustraciones llegó a cosechar. Por el bien de España y de los Españoles, confiemos de una vez por todas, en esa regeneración, generacional y de contenido y de fondo, más bien en un rearme, del Partido Popular, de lo contrario, seguirá el camino de la extinta UCD.

Y hay que desembarazarse de zarandajas, de seguir a pies juntillas las proclamas y dicterios provenientes de la FAES de Jose-María Aznar (hoy, ya amortizado), que, ahora, ha hecho mutis por el foro, tras constatar el más espantoso ridículo y que ha contribuido en gran manera al fracaso electoral del Partido Popular. Y, repito, no basta con cambiarse la indumentaria, la chaqueta o el traje, pues como sentencia el dicho o refrán español “el hábito no hace al monje”, y parece, por la reacción del aún Presidente del PP de seguir adelante, como si nada hubiera pasado, postulándose como el líder de la oposición, figura para la que, tras el descalabro, queda incapacitado, pero es que, el deseo de llegar a la Moncloa, ciega y ya sabemos, además, que la avaricia es muy mala consejera, pareciendo que el estrepitoso fracaso no haya hecho mella en el líder del Partido Popular, el cual siguiendo su desnortada senda, tras reunirse con Pedro Sánchez, le anuncia que va a votar en contra de su investidura y tiene el morro de aseverar que el que tiene que votarle es Albert Rivera, siguiendo a rajatabla el manoseado dicho que sentencia “haz lo que yo diga, pero no lo que yo haga”, metiéndose, además, en camisa de once varas. Todo lo cual, pone de manifiesto la inconsciencia de quien carece de carisma y de tablas para afrontar el reto que se espera de un partido serio, sea en el Gobierno, sea en la Oposición.

MIGUEL-ÁNGEL VICENTE MARTÍNEZ

7 de Mayo de 2.019

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