Los debates suscitados en torno a si Podemos es un partido de izquierdas acaparan buena parte de la actualidad, aún cuando esta Organización reniega de situarse en el binomio izquierda/derecha.
Con frecuencia, este tipo de discusiones resultan interesadas, manoseadas por unos y por otros tanto para desacreditar a esta opción política, como para distanciarse –a veces con cierta soberbia- de ese universo ideológico.
Con carácter previo a la conclusión de un diagnóstico que nos permita adentrarnos en este asunto, sería bueno concretar a qué nos referimos cuando hablamos de la izquierda, pues constituyendo una identidad colectiva, también hay que hacer referencia a la esfera subjetiva, y como tal ha sido interpretada de manera diferente a lo largo de la historia. > (Eugenio del Río, 1999/LA IZQUIERDA / Madrid / TALASA)
Estamos por tanto, ante un término polisémico de distintas connotaciones en periodos históricos concretos, y al respecto, cuando nos definimos seguidores de la izquierda debemos asumir el riesgo a que se nos vea tal y como el receptor concibe este concepto, sobre todo en tiempos como los actuales en los que este universo ideológico atraviesa una profunda y prolongada crisis en sus dos versiones; comunista y socialdemócrata.
Sin embargo, y por lo que a mi respecta, me gustaría redefinir el significado de la izquierda aquí y ahora, pues como se ha dicho anteriormente, existe que sería conveniente delimitar.
Cuando hablamos de la izquierda estamos haciendo mención a un ideal emancipatorio cuya actividad viene acompañada de un compromiso por la libertad, la justicia social, la igualdad y la defensa de los derechos humanos.
Un pensamiento de izquierdas debe postular sociedades abiertas, multiculturales, mestizas, sin más restricción que el orden público democrático. Un pensamiento que inevitablemente ha de incorporar su compromiso con el ecologismo, la lucha por los derechos de la mujer y el respeto a la pluralidad de identidades sexuales.
Por otro lado, aún a sabiendas de los enormes cambios producidos en el mundo del trabajo, debido fundamentalmente al proceso de globalización impuesto por las élites financieras, empresariales y políticas, el conflicto capital/trabajo continúa siendo el eje central de vertebración social aún cuando las altas tasas de desempleo, la fragmentación y dualización de la clase trabajadora, y la aparición de un nuevo fenómeno social conocido como , requiere de una profunda revisión del modelo tayloriano-fordista. Antonio Baylos. Introducción del libro “La ciudad del trabajo” de Bruno Trentin.
Quizás sean en este último apartado, en la sustitución de la centralidad del trabajo por los derechos individuales de la persona, que ven la libertad como el espacio que va más allá de lo social, una (que no la única) de las diferencias que separa a Podemos de la cultura tradicional de la izquierda.
A pesar de todo, tanto Íñigo Errejón: “existen condiciones para que un discurso populista de izquierdas, que no se ubique en el reparto simbólico de posiciones del régimen sino que busque crear otra dicotomía”.
Como Pablo Iglesias: “es obvio que soy de izquierdas” (El País 3 de julio de 2014), se auto identifican individualmente como personas de izquierdas, pero sus propuestas más allá de la estrategia electoral “atrápalo todo” y su rebaja en los perfiles ideológicos para ampliar el espacio electoral, huyen del binomio tradicional izquierda/derecha para proponer nuevas dicotomías transversales al gusto de un electorado hastiado y decepcionado con los partidos políticos tradicionales.
Recientemente el filósofo argentino Ricardo Forster visitó España y fue entrevistado por el diario El País (17/11/2014). En dicha entrevista, preguntado acerca de la estrategia electoral de Podemos. Forster, entre otras cosas contesta: “Saben que entre el núcleo duro de Podemos y las decenas de miles de jóvenes que se han incorporado hay una distancia muy grande que implica una distancia de formación significativa”.
Si hago referencia a este punto de la entrevista es porque en el debate ¿es Podemos un partido de izquierdas? Hay mucha gente despistada cuyas conclusiones están muy lejos de ser encuadradas en el discurso de sus líderes, llegando a conclusiones tan peregrinas como identificar a este partido como una formación centrista e indiferente a los gobiernos de la derecha. Todo ello trufado de un espíritu crítico rácano y una soberbia intolerante en contra de todo aquel que tenga la osadía de criticar tal o cual medida o declaración, incluyendo a quienes lo hacen desde el interno de la Organización.
Pondré punto y final a mi escrito no sin antes reivindicar en la cultura de la izquierda una defensa radical de la democracia. Democracia como sinónimo de participación popular y extensión de derechos universales. Sin democracia no hay libertad ni justicia social ni igualdad, y si algo nos ha enseñado el afamado economista francés Thomas Piketty en su libro “El capitalismo en el S. XXI”, es que sin justicia ni cohesión social no hay democracia que valga.
Termino; Podemos no es una Organización clásica de la izquierda, pero pertenece al mismo universo cultural que esta. Por muy heterogéneo que pueda ser su electorado, su base social mayoritaria viene de la izquierda, aunque estos no lo reconozcan ni se sientan identificados con ella. Lo que se haga después de las elecciones generales ya se verá, de momento tenemos por delante unas elecciones municipales y autonómicas, y la política de alianzas que se establezca una vez abiertas las urnas con pactos o sin ellos, será un referente muy importante para ese electorado de la izquierda que al día de hoy tiene decidido dar su voto a Podemos.
Antonio Navarro Escudero