Los hippies estadounidenses comenzaron la Revolución Sexual en los años 60. Su discurso, basado en el amor y la paz, apelaba también a salir de los corsés sociales impuestos por la doctrina religiosa. Ya era hora de vivir el amor libremente, de asumir que el sexo iba más allá de la mera reproducción, que también se trata de disfrutar, de puro placer.
Los constructos derivados de esas doctrinas que apelaban a comportarse de una determinada manera también en la intimidad, sin embargo, no han sido derribados por completo. En España, por ejemplo, la Iglesia tuvo un papel destacado en el funcionamiento del sistema hasta el inicio de la democracia, y todavía hoy genera polémica el excesivo (para una parte de la ciudadanía) crédito que se le da en ciertas materias, como la educación.
Ante una religión que sigue sin aceptar la homosexualidad, como hecho más significativo, no son pocos los que insisten en la necesidad de normalizar la práctica sexual. Sobre todo, de cara a unos niños que llegan a la adolescencia con muchas dudas, pero, a la vez, con mucho deseo desatado.
El papel de padres y profesores
El contexto más determinante para un niño o adolescente sigue siendo la familia. Los expertos insisten en que es necesario tener una actitud abierta en materia de educación sexual, como en cualquier otro ámbito. Los padres se ven sobrepasados con facilidad en la actualidad cuando sus hijos, ya de cierta edad, le hacen revelaciones como su tendencia a la pansexualidad o la asexualidad que, sencillamente, deja a sus progenitores en fuera de juego.
En un reporte del diario El País, la psicóloga y educadora María Miranda se dirigía a los padres para pedirles que no se preocuparan en exceso por el conocimiento, por todos estos nuevos términos, y sí más por la actitud que deben presentar ante sus hijos. Luego hay que darse tiempo para informarse, y para digerir toda esa información.
La educación sexual debe estar presente en todas las etapas de la vida, porque todo forma parte del conocimiento de uno mismo, de su propia aceptación (y la de los demás, por extensión) e incluso de la expresión. Lógicamente, se trata de usar un lenguaje adecuado, tanto en casa como en el aula, pero siempre normalizando algo que forma parte de nuestra propia condición de seres humanos.
La óptica feminista
Si por cuestiones sociales e históricas el sexo sigue viéndose como un tabú, todavía es más destacable en el caso de las mujeres, sobre todo de las jóvenes. En una sociedad heteropatriarcal que se mantiene a través de machismos muy obvios y de micromachismos más sutiles, la mujer está sometida y “debe actuar” como se espera de ella. Debe asumir un rol que también tiene sus condicionantes históricos. Por ejemplo, lo de comportarse como una “señorita” que le es enseñado desde pequeña.
Tanto mujeres como hombres están adquiriendo hoy conciencia de la realidad. Adquirir conciencia primero y alcanzar la plena igualdad después, es lo que se proponen los y las activistas feministas. Una de las caras más conocidas del movimiento, quien además es Embajadora de Buena Voluntad de la ONU, es Emma Watson.
La joven actriz defiende la libertad de la mujer para poder disfrutar de su sexualidad, entre otras cosas, y recientemente recomendó una web que, dijo, es un estudio completo sobre sexualidad femenina. Se trata de OMG Yes, y también ofrece asesoramiento sobre técnicas sexuales, entre ellas, la masturbación.
Responsabilidad, consentimiento y placer
Así pues, habría que abrir la mente y tragarse el pudor, quien lo tenga, para tener con hijos e hijas las pertinentes conversaciones. Éstas, por otra parte, deben fluir con normalidad y tranquilidad, aprovechando, por ejemplo, una escena o anuncio vista en televisión.
La educación sexual debería basarse en que las relaciones no solo se mantienen con la intención de procrear, sino también de disfrutar, de divertirse. Por eso existen enseres como el Mastubardor masculino, un objeto de fácil manejo fabricado con una silicona suave, haciendo la experiencia tan placentera que es un masturbador para hombres muy demandado.
Sin tener que profundizar en esos detalles, menos aún a ciertas edades, sí que hay que explicar que, dentro del placer, el sexo debe ser libre y consentido por quienes participan en el acto. También responsable, lo que necesariamente pasa por contar el proceso reproductivo y las enfermedades de transmisión sexual que se pueden contraer.