En su comparecencia en la Comisión del Congreso de los Diputados (y Diputadas, para no afectar al feminismo y ser políticamente correcto), el pasado 10 de este mes y año, el ex Ministro de Hacienda, Pedro Solbes, en los Gobiernos del infausto “Sr. Rodríguez”, o sea, del señor Don José-Luis Rodríguez Zapatero, tuvo la desfachatez de reconocer los graves errores que el Gobierno del que formaba parte cometió, cuando no supo o no quiso (quizás ambas cosas a la vez) prever la crisis que se avecinaba, reconociendo que se equivocó al no controlar el déficit y no enmendar el desmierde de las Cajas de Ahorros (otrora unas instituciones serias, formales, nobles, en pos de ayudar y apoyar a la ciudadanía, y maltrechas, violentadas, zaheridas y dejadas echas unos zorros cuando, con la democracia, se alumbró la idea a los partidos políticos de hacerse con ellas, al más puro estilo de un asalto a un banco o de las trapisonderías de los bandoleros de Sierra Morena, para desvalijarlas en beneficio de sus gestores y de los partidos que en sus Consejos de Administración les habían instalado con tal finalidad).
Todos recordamos aquel cara a cara entre el Ministro, Sr. Solbes, y Manuel Pizarro, en el que el primero ha reconocido que mintió para conseguir la reelección de Zapatero como Presidente del Gobierno en las elecciones de 2.008 y que así fue, hasta que no pudo llegar más lejos la mentira y en Diciembre de 2.011 tomó el relevo el Partido Popular, con el Sr. Don Mariano Rajoy Brey a su frente, el cual por cierto, tras usarlo como se usa un klínex y se arroja a la basura, no le tembló el pulso ni la mano, para hacer ídem de ídem con el válido economista y jurista Manuel Pizarro, al que usó para sus fines en las dichas elecciones de 2.011 y cuando el Sr. Rajoy se aupó a la poltrona de La Moncloa (de la que se resiste a salir, ni aún con agua hirviendo) defenestró y ninguneó a quien utilizó tan descaradamente y le sirvió para aunar esfuerzos en torno al triunfo pepero, relegando al bueno de Manuel Pizarro al tren de cola de los escaños del Congreso de los Diputados, lo que provocó que éste, más bien antes que después, renunciara a su acta de parlamentario y, con educación y buenos modales (lo que no tuvo el ya Presidente Rajoy con él), haciendo mutis por el foro y abandonando la política, el cual pudo probar en sus carnes el desagradecimiento de las ínfulas del poder, quitándose de encima el PP y más concretamente el Sr. Don Mariano, a una persona incómoda, solamente, quizás, porque podía hacerle sombra y porque, segura y ciertamente, nunca iba a bailarle el agua a su Presidente ni a callar, tragando carros y carretas o ruedas de molino, tal como hacen todos quienes se alinean en torno al ahora Presidente del Gobierno y del Partido Popular, que saben que deben obedecer al cabecilla de la banda, estén o no de acuerdo con sus proclamas o proposiciones, someterse a sus dicterios, sin posibilidad de réplica ni autocrítica, reconocer que los burros vuelan si así les exige el Jefe y aplaudir hasta con las orejas cualquier ocurrencia, veleidad o capricho que dimane del mismo. Se repite, una vez más, lo que ya vaticinara el entonces Vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, de que el que se mueva no sale en la foto, y a fe, que este principio se sigue a rajatabla y a pies juntillas en el Partido Popular, si aún es posible, en un mayor grado. Síntoma, uno más, de incumplimiento de la Constitución, a la que tanto se aferra últimamente el Presidente, sobremanera desde que le mojaron la oreja los independentistas catalanes, por los propios partidos políticos (que debieran ser ejemplo para la ciudadanía en general por constituir una de las bases esenciales y fundamentales sobre las que se asienta un Estado Democrático), infringiendo clara y flagrantemente el mandato de la propia Constitución que en su artículo 6, in fine, refiriéndose a los partidos políticos proclama que “Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”, Pero esto, a los sátrapas españoles les trae al pairo y les suena a chino, siendo un ejemplo más de cómo es vergonzoso que haya plumillas (ya sabemos, que de estómago agradecido y adictos y adeptos al poder, lo ostente quien lo ostente) que en público y sin cortarse un pelo, haciendo un esfuerzo mental (impropio o más bien imposible en tales mentes), proclamen a los cuatro vientos de que en España nos hallamos ante “una democracia consolidada”. Es lo que se dice hablar por no callar y, de paso, servir a su señor, sin que en este caso sea posible argüir aquel dicho que respecto de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, se gestó en Santa Agueda con el juramento que le obligó a hacer al Rey de Castilla Alfonso VI, de no estar involucrado en la muerte de su hermano Sancho II, que proclama “¡Dios, qué buen vassallo, si oviesse buen señor!. Pero, nuestro gozo en un pozo, y tenemos que conformarnos con una pléyade, tanto en un campo como en el otro, de mediocres, entre los que el alabo y la lisonja, es el primer mandamiento, dando lugar a una cohorte, cada vez más amplia y descerebrada, de adláteres, acólitos, corifeos, paniaguados y mamandurrieros, para los que cualquier atisbo de crítica es poco menos que una herejía.
En fin, volviendo a las declaraciones de Don Pedro Solbes, que lo cortés no quita lo valiente, con su contumacia de reconocer que mintió como un bellaco para conseguir que el Partido Socialista Obrero Español, con Don José-Luis Rodríguez Zapatero, el “Sr. Rodríguez”, a su frente, ocuparan La Moncloa otros cuatro años o más, o sea, otra u otras legislaturas, al parecer con el único objetivo de hundir al país, a este país, aún hoy, repito hasta la enésima, a duras penas, llamado España, permitiendo la orgía en el Gabinete al aprobar medidas nefastas para la Economía Española y la de sus españoles (tales como el cheque bebé, el Plan-E, o los 400 euros, etc, etc.) a la manera de unos reyes magos, y magos de verdad, sacando de la saca, valga la redundancia, lo habido y por haber, dejando a España y a los Españoles al borde del hundimiento, a la manera como se hundió el Titanic, pero saltando del barco el capitán y sus secuaces, y dejando a la tripulación y al pasaje abandonados a su albur, azar o suerte, huyendo de la quema a la velocidad de la luz (quizás fuera más preciso, decir, a la velocidad de cómo sube el recibo de la luz), dejando tanto al país, como a sus ciudadanos sumidos en la miseria, el horror y el espanto.
Realmente, este hombre, Pedro Solbes, si es verdad todo lo que dice, ha quedado al pie de los caballos, como un miserable, como un zampabollos, porque si esos encontronazos que dice tenía con el “Sr. Rodríguez”, con todas las discrepancias y errores que, por lo que manifiesta, eran no casuales e inconscientes, sino conocidos y aún así, incapaces de hacerle rectificar el rumbo del Transatlántico, es tanto como para que ya el Fiscal General del Estado, si es que este hombre está para cumplir con su función, hubiera ordenado la detención inmediata de un reo confeso de delito de “lesa humanidad”, porque tanta torpeza, tanta indolencia, tanto erre que erre en tales atrocidades, al parecer todas o casi todas con conocimiento de causa, es tanto como para emprender un juicio de la magnitud del que se abrió y celebró, al final de la II Guerra Mundial, contra los responsables nazis, y más teniendo en cuenta la propia última aseveración del presunto de “asumo mi responsabilidad”, porque asumir la responsabilidad de unos hechos tan atroces como para dejar a España y a los Españoles al borde del colapso, debería llevar arrostradas sus consecuencias y hacer pagar al responsable, cínico, en este caso, de las mismas. Pero, en fin, este es al parecer el límite de la responsabilidad de un político, como mucho decir que la asume, como la asumió Esperanza Aguirre, entre otros muchos cientos, pero ahí me quedo, y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga. ¡Bonita y barata forma de asumir responsabilidades!.
MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ
24 de enero de 2018