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Políticos ineptos

Por Miguel Ángel Vicente
martes 27 de junio de 2017, 22:34h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

Desde luego esta calificación, lamentablemente, bien puede decirse que puede predicarse de la generalidad de los políticos que pueblan la piel de toro, tanto a nivel Estatal, como Autonómico, Provincial o Municipal. Indiscutiblemente, llegados a este punto, podría certificarse que, al menos, sobran la mitad de nuestros políticos, pues su papel, en función de las funciones, valga la redundancia, que les son encomendadas por el Ordenamiento Jurídico, viene a ser de encefalograma plano, fundamentalmente porque su preparación, en principio y como principio, siga valiendo la redundancia, de partida, deja bastante que desear, pues la mayoría, quizás, incluso, deberían volver a primaria, a ver si con este nuevo rebozado son capaces de aquilatar algún conocimiento, por nimio y básico que sea, pues, repito, la preparación intelectual y de conocimientos en todos los ámbitos de la ciencia y de la cultura, nos daría como resultado una serie de tarugos que harían temblar el basto y pondrían al descubierto el por qué de muchas cosas que pasan, o que no pasan, que tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando, ante la cortedad y escaso nivel de conocimientos y preparación de los mismos. Y no nos quedemos en que sean licenciados en esto o en aquello, incluso que fueran peritos en lunas, pues bien es sabido que, desgraciadamente en nuestro sistema educativo básico, medio y superior, incluso en el universitario, los títulos, en numerosísimas ocasiones, pareciera que los dieran como en los sorteos de la lotería, entre otras razones, porque hay que alabar hasta la extenuación nuestro sistema educativo y hacer ver que triunfa, y porque, a mayor inri, muchos de estos políticastros han obtenido, en algunos casos, sus títulos sin acudir siquiera a clase, en base al encufismo y la endogamia que preside todo nuestro sistema de Educación. Y así, con estos mimbres, nos luce el pelo y no hay que esperar que del olmo salgan peras.

En base a ello y porque el sistema de representación, a través de las elecciones, puede acoger a cualquier nefasto personaje que pase por allí y por mor de ese sistema llegue a ocupar quien nunca ni jamás debiera de haber dejado de picar piedra (y que me perdonen los picapedreros de profesión), resulta que tenemos a la mayoría con la única vocación de agarrar lo que puedan mientras dure el chollo y es por ello que se aferran a la poltrona con algo más que pegamento imedio y no hay quien los descabalgue, así caigan rayos y truenos, que ellos perseveran, hasta el último aliento, pegados como una lapa a esa poltrona, en la mayoría de los casos inmerecida. Y de este sistema de que nos hemos revestido, llamado eufemísticamente, democrático, no quedan ni siquiera las raspas de las sardinas, pues nuestros gerifaltes pasan, como plaga de langosta o de marabunta, arrasando todo lo que se les pone por delante, dejando la patria hecha un solar o un erial, en el que jamás volverá a crecer la hierba, sin que para ello sea necesario que pasen por ellos Atila en su caballo.

Este sistema democrático español que, con tanto énfasis nos restriegan por los ojos, nuestros jerifaltes y los medios de comunicación, adictos al poder de turno, y nos lo venden como una democracia ya consolidada, que da vergüenza oír a tanto adláter, acólito, corifeo, paniaguado y mamandurriero, proclamarla a los cuatro vientos, con ese mantra, palurdo y falso, de que “España, ya es una democracia consolidada”, y después de pronunciar tal aserto, quedarse abiertos de patas, y resoplando, como cuando la gallina acaba de poner el huevo o la parturienta ha dado a luz al fruto de sus entrañas.

Y sólo vale, a día de hoy y por su actualidad, un botón de muestra que diferencia a una verdadera democracia, así, con todas las letras y para mayor definición, con mayúsculas (DEMOCRACIA) de lo que es una pantomima, de una apariencia de tal, un remedo, una parodia, una caricatura, una mímesis, la tenemos en el termómetro que nos va a dar la temperatura que, como las personas, debe tener una democracia de tal guisa, verdadera, verídica, real, veraz y auténtica. Basta este botón de muestra: nuestro propio Gobierno de España, el encargado, previo cumplimiento de las leyes, de hacérnoslas cumplir al resto de la ciudadanía, incluso, “manu militari”, ha recibido, en toda la cresta, un varapalo, un bastonazo, un estacazo, un trancazo, de muy padre y señor mío, de órdago a la grande, a la chica y a los pares, un toque de atención capaz de sonrojar al más sinvergüenza del mundanal mundo, al declarar inconstitucional, o sea, señores del Gobierno de España, contraria a la Ley de Leyes, a la Carta Magna, a la Constitución Española, la amnistía fiscal, disfrazada bajo el eufemismo de regularización, decretada (y digo bien, porque lo fue a través del vehículo o instrumento de un  indebido y anticonstitucional Decreto-Ley), auspiciada por, nada más y nada menos, que por el Ministro de Hacienda (ese que debe velar por el cumplimiento de las obligaciones fiscales de los ciudadanos), Sr. Cristóbal Montoro, allá por el año 2.012, en base a la hecatombe u holocausto que según él mismo y el Gobierno en pleno se cernía sobre España, vulnerando los artículos 31.1 y 86.1 de la Carta Magna, afectante el primero a derechos fundamentales de los españoles, dando lugar a una discriminación intolerable entre los españoles cumplidores de la ley y los defraudadores, a quienes se les puso puente de plata, pagando un ridículo 3% sobre lo puesto al descubierto, sin mirar el origen, presumiblemente delictivo en la mayoría de los casos, y oprimiendo a los primeros aplicándoles hasta el 45% en muchos casos. Pues bien, conocida la sentencia del Tribunal Constitucional de 8 de junio de 2017, el Gobierno se ha llamado andana, ha negado la mayor, se ha hecho el loco y ha salido en tromba a defender lo indefendible, poniendo a parir al Alto Tribunal, incluso el propio Sr. Presidente, Mariano Rajoy Brey, sí, ese mismo, que cuando le preguntan por otras muchísimas decisiones jurisdiccionales proclama que él no comenta las sentencias judiciales, que las respeta y que las acata. ¡Pues menos mal, que las respeta y acata!, porque poco le ha faltado, ganas no le han faltado, para haber enchironado a los miembros del Alto Tribunal que, por unanimidad, sí, por unanimidad, le han recriminado tal tropelía. Consecuencia de ello, en un país real y verdaderamente democrático, hubiera sido la dimisión en pleno del Gobierno, sin dejar fuera a ninguno. Pues aquí, a mantenerla, a sostenella y no enmendalla, y tomándose a chacota y cachondeo la meritada sentencia.

Pues bien, si pasamos a un real y verdadero país democrático, cual es la República Francesa, en la que el Gobierno que preside Enmanuel Macron, desde hace un mes escaso, ya han presentado la dimisión dos Ministros (ante la amenaza de ser cesados) por estar bajo “sospecha” (esto es importante, sólo por estar “bajo sospecha”) de “conducta irregular”. Se trata de Richard Ferrand, mano derecha del Presidente francés durante la campaña electoral, lastrado por sospechas de nepotismo, y de Sylvie Goulard, ya ex Ministra de Defensa, por posibles irregularidades en el pago de los sueldos a sus asistentes cuando era eurodiputada.  Y es que la mujer del César, además de honesta, ha de aparentar serlo. ¡Chapeau, Monsieur Macron, que podrá quedar libre para poder entonar, en alta voz, la Marsellesa: Allons, enfant de la patrie...!.

Ahí está el meollo, ahí está la diferencia entre la auténtica, real y verdadera democracia allá los Pirineos, y esta meliflua apariencia de democracia o democracia bolivariana y bananera que rige en nuestro país, España, donde el Gobierno entero, sin dejar fuera a ninguno de sus miembros, se salta la Constitución a la torera, dejándola como un klinex después de su uso y siguen viento en popa como si hubieran ganado la decimotercera champion.

Y ahora Montoro, el aún Ministro de Hacienda, sale por peteneras, proponiendo a todos los grupos políticos del Parlamento que se prohíban por ley nuevas amnistías fiscales, riéndose del Tribunal Constitucional y de la generalidad de los españoles, pues bien claro ha quedado, que la sentencia del Tribunal Constitucional ya prohíbe, de cara al futuro, esas nuevas amnistías, pillándose los dedos, pues reconoce el ínclito Ministro de Hacienda “nuevas amnistías”, lo que supone que la suya, la del año 2.012, de Regularización “res de res” que diría Pigdemont, y que consistía en una verdadera, real y auténtica “amnistía fiscal”. Recordándome este epítome a los ridículos Códigos de buen Gobierno del Gobierno,  puestos en vigor por Zapatero y Rajoy, como si no existiera legislación en España que obligue a los Gobiernos a cumplir la Ley.

MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ

28 de junio de 2017

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