Ahora empieza el llanto y el crujir de dientes para España y los españoles. El Gobierno de España alerta de graves efectos del Brexit para España. Según pone de relieve el Diario “El País” del pasado 10 de marzo, “un informe oficial interno del Gobierno alerta del fuerte impacto que tendrá sobre España la salida británica de la UE. La economía sufrirá las consecuencias negativas de la marcha de un gran socio. España perderá hasta 1.000 millones en exportaciones, su economía soportará un impacto de hasta 4.000 millones y tendrá que aportar casi 900 millones más al presupuesto comunitario”. Asimismo se ponen de manifiesto los efectos negativos sobre las grandes empresas, verbigracia, Banco Santander, Telefónica e Iberdrola, entre otras. Dicho informe, citando al FMI y a la Comisión Europea, subraya que el Brexit se llevará por delante entre dos y cuatro décimas del PIB (entre 2.000 y 4.000 millones de euros) y Murcia y Melilla podrían perder fondos europeos; y ello sin contar con otros muchos efectos, también negativos, tales como en materia de turismo, de migración y libre circulación, hasta el punto que bien podrían los gibraltareños necesitar un visado para cruzar la frontera, porque, en definitiva, y por mucho que nuestro anterior Ministro de Asuntos Exteriores, José-Manuel García Margallo, prácticamente se mofara y diera por hecho que en Gibraltar volvería, más bien antes que después, a ondear la bandera Española, no dejó de ser una bravata más de esas a las que nos tienen acostumbrados los Gobiernos de Don Mariano Rajoy Brey, que dirige, de vez en cuando, dicterios increíbles e irrealizables, pero que a los desavisados les suena a fortaleza y realidad sobre hechos y acontecimientos que realmente escapan a la voluntad de unos Gobiernos cuyos miembros están encantados de haberse conocido y constituirse en el ombligo del mundo. Aunque, como no podía ser de otra manera, siempre se hallará a algún plumilla, como José-María Carrascal que, en su columna del diario ABC de anteayer, contradiga lo que con toda crudeza proclama el propio Gobierno español, haciendo del Brexit una panacea para toda Europa, España, cómo no, incluida.
Lo cierto es que la Unión Europea, la UE, empieza a estar herida de muerte, tras la salida de Reino Unido, y más teniendo en cuenta que al frente de Downing Street, se halla una verdadera y auténtica política de los pies a la cabeza, de esas que cantan las verdades del barquero y que no se deja engatusar por palabrerías, mensajes y zarandajas inicuos e inocuos, y que, lisa y llanamente, llama al pan, pan y al vino, vino, no como ocurre entre nuestros políticos, la mayoría de ellos de medio pelo, incluido nuestro Presidente del Gobierno, y aquélla, en su discurso del pasado 17 de enero, según se muestra en el informe a que nos venimos refiriendo: “excluye un nuevo marco de relación que suponga el mantenimiento del Reino Unido en el mercado interior”, lo que quizás, en su caso, paliaría, en cierto modo, las desgracias que se avecinan sobre nuestra España de nuestros amores y desvelos. Pero, lo cierto es que, con políticos tan torpes y soberbios como los que ocupan actualmente el poder en nuestro país, bien podríamos decir que vamos e iremos de culo. Y una pequeña muestra de lo que vengo diciendo, nos la ha ofrecido, hace poco, nuestro actual Ministro de Educación, Cultura y Deporte, y, a su vez, Portavoz del Gobierno, Iñigo Méndez de Vigo, al manifestar, en portada de ABC del pasado día 7 de marzo, que “si se mete la mano, se paga; si se mete la pata, es distinto”. Buen silogismo en boca de un filósofo de pacotilla para enmascarar la primera acción, bajo la sombra de la segunda, que es lo que, a la postre, defiende el Presidente de la Comunidad Murciana, Pedro-Antonio Sánchez, que, además, con un morro que se lo pisa, descarga las culpas sobre las espaldas de los técnicos, como si lo que digan y propongan éstos haya de ir a misa y el Presidente no tenga que fiscalizar lo correcto o incorrecto de las propuestas. Así nos luce el pelo.
Y ante lo que se avecina, tengamos en cuenta las próximas elecciones, en Holanda, Francia y Alemania, las encuestas no presagian nada bueno para la UE, dejando, en aguas de borrajas, la ya manida cantinela de “más y mejor Europa”, con la que los líderes actuales europeos tratan de capear el temporal que se predice, que puede ser más bien un tsunami de imprevisibles consecuencias para esta destartalada y maltrecha Unión Europea, que empieza a hacer aguas por más de un boquete. Temblándoles están ya las piernas a tanto burócrata teórico, mediocre y despiadado dirigente de la UE, ante el vendaval que se vaticina en Holanda, por el Partido de la Libertad, liderado por el ultraderechista Geert Wilders.
Ante este panorama, como digo, y ante el canguelo que ha empezado a apoderarse de los mandamases europeos, que ven que su juguete, de unos Estados Unidos de Europa, empieza a derrumbarse, como un castillo de naipes, los que se autonominan “los cuatro grandes”, a saber, Alemania, Francia, España e Italia, que ya son ganas de tomarse el pelo a sí mismos, con sus cabezas de serie al frente, la canciller alemana, Angela Merkel, el Presidente francés, Francois Hollande, el Presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, y el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni, se reunieron en Versalles el pasado 6 de marzo, para intentar taponar los boquetes que se han empezado a abrir en el transatlántico europeo, y no se les ocurrió sino la feliz idea de plantear una UE a dos velocidades (o a tres o, incluso, a cuatro, si se tercia), con tal de dejar fuera de juego a los países que ellos llaman del Este y provenientes del viejo Telón de Acero, abandonándolos a su suerte y rompiendo uno de los principios básicos, o más de uno, sobre los que descansan el proyecto europeo, cuales son los de la igualdad y, sobremanera, el de la solidaridad, volviendo, en cierta forma, a levantar de nuevo ese Telón de Acero, precisamente, ahora, que tanto denostan al Presidente Norteamericano, Donald Trump, por, simplemente retomar un proyecto ya iniciado por el esposo de la candidata derrotada, Hillary Clinton, o sea, Bill Clinton, que bajo los años de su mandato, ya levantó más de mil kilómetros de muro con su vecino México, sin que, por aquel entonces, nadie se rasgara las vestiduras, y más teniendo en cuenta la política, más bien la no política, migratoria que ha adoptado la Unión Europea, de hacer oídos sordos y mirar para otro lado ante la avalancha de refugiados de los países del Oriente en guerra, que se los están encasquetando a países procedentes de ese otrora odiado Telón de Acero, incluida la Grecia del Partenón, abandonada a su suerte, ante su desgracia. Y no olvidemos las vallas levantadas por los Gobiernos Españoles en sus queridas ciudades Ceuta y Melilla, donde se dejan la piel, nunca mejor dicho, y algún jirón de carne incluida, los moros que quieren y buscan un mejor vivir en nuestro país. Así que, ¿de qué estamos hablando, señores mandamases de la UE?.
Y por si fuera poco, el pasado 10 de este mismo mes y año, otra reunión, esta vez de los Gobiernos de los países atrapados en la maraña y la tela de araña de la UE, para decidir sobre el nombramiento, más bien reelección del polaco Donald Tusk, como Presidente del Consejo Europeo, que ha levantado ampollas en Varsovia, pues el Gobierno polaco no quería bajo ningún concepto que su paisano repitiera el cargo; ¿cómo lo verán, cuando sus mismos conciudadanos intentaron vetar este nombramiento?. Lo cual no pone de manifiesto, sino que la UE empieza a ser una especie de la “casa de tócame, Roque”, y que la armonía hace tiempo que ha dejado de ser una de las características y virtudes de este megalómano empeño.
Y es que, esa Europa a dos velocidades que, como mínimo, plantean los autonombrados “cuatro grandes”, que ya son ganas de mentar la soga en casa del ahorcado y de dar pie y pábulo a una lluvia de chistes por doquier, ha levantado ampollas en los demás miembros de la Unión, que ven ya las orejas al lobo y empiezan a calibrar lo que todos desde el principio vieron, pero soslayaron, mirando para otro lado, que no es otra cuestión, que la finalidad de Alemania, con Frau Angela Merkel a la cabeza, de dominar Europa, lo que no consiguieron ni con la Primera, ni con la Segunda Guerra Mundiales.
Un último apunte, por el momento, y es un hecho que ha sido ocultado por todos los medios de comunicación, que yo sepa, españoles, quizás avergonzados ante el mundo, y es el que protagonizó nuestro Presidente del Gobierno en Bruselas, cuando le tocó salir a la palestra en la rueda de prensa, tras la reunión mantenida, el cual se llamó andana, con un despectivo “venga ya, grrrrrr.....”, cuando un periodista de la BBC británica, le hizo la primera pregunta en inglés, pasando a señalar a un periodista paisano y supongo que de su cuerda. Y es que la asignatura pendiente de los políticos españoles y especialmente de nuestros Presidentes del Gobierno, radica en que son analfabetos en idiomas, especialmente, respecto del inglés, lo cual respecto de nuestro actual Presidente roza ya el ridículo, pues si es cierto lo que se viene pregonando de que tiene a su disposición una profesora de la lengua de William Shakesperare, en exclusiva, a la manera como el Presidente francés, Monsieur Hollande, tiene a su disposición un peluquero las veinticuatro horas del día, para que la atuse los cuatro pelos que le quedan sobre su cabeza, no tiene sentido esa falta de conocimiento para, al menos, defenderse mínimamente en las reuniones que mantiene con sus homólogos en Bruselas o donde se tercien, en las que siempre aparece como fuera de lugar, al no enterarse de “ná”, aunque eso sí, procurando estar siempre al lado de la Merkel, cual perro faldero, a fin de aparentar poder y que es el que parte el bacalao, mas ello no es sino prueba irrebatible de dos cualidades que parecen insitas en nuestro prohombre, tales como la torpeza y la vagancia. Y ello, por muy mucho, que anteayer, en su columna del diario ABC, Salvador Sostres nos llame paletos a quienes nos admiramos del analfabetismo idiomático de nuestros prebostes, y aunque exhiba como argumentos que ni Hollande ni Sarkozy hablen sus conferencias de prensa en español, ni otros el francés, no hay que omitir que el inglés es el idioma que, por excelencia, prima en toda relación internacional.
MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ
15 de marzo de 2017