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¡A buenas horas, mangas verdes!

miércoles 08 de marzo de 2017, 02:11h
¡A buenas horas, mangas verdes!

Con este refrán, según el Diccionario de Refranes, Dichos y Proverbios, de Luis Junceda (Espasa Calpe), “se refiere a todo aquel remedio que llega a destiempo y, por tanto, en vano. Su origen se remonta a los días de la Santa Hermandad, cuyos cuadrilleros, vestidos de verde, tenían fama de llegar tarde, mal y nunca a los lugares de conflicto; por lo que, irónica y burlonamente, el pueblo vino a acuñar este refrán”. Y en el Diccionario Espasa de “Dichos y Frases Hechas”, de Alberto Buitrago Jiménez, se da una mayor razón del referido refrán: “Se emplea la expresión como reproche a alguien que llega tarde a ayudar a otra persona, o para aludir a una persona que dice (yo añadiría también, “hace”) algo fuera de tiempo y lugar. Se remonta a finales del siglo XV, cuando los Reyes Católicos fundan el cuerpo de los cuadrilleros de la Santa Hermandad, una especie de policía destinada a socorrer a las gentes de los pueblos y perseguir, juzgar y castigar los delitos que se cometieran fuera de las ciudades. Al parecer, dicho cuerpo no tenía a gala precisamente la puntualidad. En muchos textos de la época se alude precisamente a eso, al retraso con el que llegan a dar socorro...Por cierto, el uniforme de estos cuadrilleros consistía en una especie de casaca con las mangas verdes”.

Bien, pues eso es que lo que ha hecho Bruselas al entonar, el pasado uno de marzo, con motivo de la presentación del “Libro Blanco” sobre el futuro de Europa, tras el Brexit de Reino Unido, el “mea culpa” por la gestión de la crisis de los últimos diez años. Efectivamente, es para exclamar ese dicho de “¡A buenas horas, mangas verdes!”, cuando las medidas de ajustes, recortes y supresión de derechos, proclamadas a bombo y platillo y como un dogma que no admite contradicción alguna, bien puede decirse, que han asolado a todos los países integrantes de ese sueño, irrealizable, por lo demás, de alcanzar unos “Estados Unidos de Europa”, todo hay que decirlo, con la única misión de mojarle la oreja al amigo americano y contraponerlos a los hoy, de nuevo, emergentes todopoderosos Estados Unidos de América, o sea, los United States of America. Y en ese falaz sueño y pretensión, los mandamases europeos, con Frau Angela Merkel a la cabeza, no se han cortado un pelo en sumir a la ciudadanía europea, española incluida, en una de las peores crisis económica y moral dirigida a sumergir en la pobreza, la ruina y la miseria a los pueblos, eso sí, con la innoble y aviesa intención, de salvar a los Mercados, haciendo más ricos a los ricos, y más pobres a los pobres, amén de dinamitar a la siempre potente y trabajadora clase media a la que han hundido a la velocidad como se hundió, la noche entre el 14 y el 15 de abril de 1.912, en aguas del Atlántico, el considerado insumergible, transatlántico “Titanic”, dejando menos supervivientes que los que en aquel fatal accidente hubieron.

Ahora, “¡a buenas horas, mangas verdes!”, el Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en la Eurocámara en Bruselas, nos sale con esas, con motivo de la presentación de ya citado “Libro Blanco”, en el que se contienen algunas perlas que debieran hacer ingresar en prisión a todos quienes desde el inicio de la andadura de la Unión Europea, la UE, han estado al frente de la misma, y sobremanera en estos últimos diez años de extorsión y aniquilación del Estado de Derecho, retrotrayendo a los ciudadanos europeos poco menos que al nivel de vida que los siervos de la gleba llevaban en la Edad Media. Y este Libro Blanco tiene su origen en el canguelo que la salida de la Unión ha provocado el Brexit de Reino Unido y el triunfo en las Presidenciales Norteamericanas de Donald Trump, por cierto, el único Presidente que habiendo alcanzado el poder, desde el primer día, se puso a cumplir escrupulosa y literalmente, todas las promesas de su programa electoral, base de la captación de voto a su favor, y no como las comadrejas de los mandamases europeos, especialmente los españoles, léase Don Mariano Rajoy Brey, que su programa sólo se cumple al revés, es decir haciendo lo que prometieron no hacer y no haciendo lo que prometieron hacer, basándose en falaces y torticeras razones para hacer de su capa un sayo y a los ciudadanos que confiaron otorgándole el voto que les den morcilla o por la retambufa. Si a ello unimos, el temor de estos blandengues y calzonazos mandamases, a que se produzca un vuelco en las próximas elecciones generales en Alemania, Holanda y Francia, con una subida casi imparable de lo que llaman “extrema derecha” y “populismos” (otra forma de engañar y engatusar a los ciudadanos), no es de extrañar que junto al nerviosismo y la desesperanza cunda entre las filas de quienes se las prometían felices (como se las prometían en Estados Unidos, con Hillary-Obama), el pánico, pues la ciudadanía (en muchas ocasiones convertida en “masa cretinizada”, Juan-Manuel de Prada dixit, o en “masa idiotizada”, digo yo) ha empezado a despertar, a desperezarse y a quitarse de los ojos las gafas con cristales de culo de vaso, y ya no se limita simplemente a asomar la patita por debajo de la puerta, como hacían los cerditos en el cuento de los tres de ídem, sino que ya abre la puerta, incluso de par en par, y se ha puesto a hacer frente a quienes han sido sus secuestradores durante tantísimos años, a la vez que torturadores, abriendo también las ventanas para que el viento de la nueva primavera, del nuevo día, pleno de sol y de luz, inunde no sólo sus casas, sino también sus corazones.

De esta guisa, en ese dichoso Libro Blanco, que tiende a ser la contrición por los pecados cometidos por nuestros mandamases europeos, buscando, como siempre, irse de rositas y cargar el muerto sobre la propia ciudadanía, la Comisión (¡Ay, la Comisión!), hace un inusual y duro ejercicio de autocrítica sobre su papel en la policrisis del último decenio, y en él recoge algunas afirmaciones que no constituyen sino una confesión de culpabilidad que debiera tener consecuencias  políticas y judiciales. Así, reconoce que “La Unión ha estado por debajo de las expectativas en la peor crisis financiera, económica y social de la posguerra”; “La recuperación está mal distribuida entre la sociedad y las regiones. Solucionar el legado de la crisis, desde el desempleo de larga duración hasta los altos niveles de deuda, sigue siendo una prioridad urgente”; “Los acontecimientos han alimentado las dudas acerca de la economía social de mercado y su capacidad para conseguir que cada generación esté mejor que las anteriores”; “Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial hay un riesgo real de que los jóvenes vivan peor que sus padres”; “El papel de Europa se reduce”; “Europa no puede ser naíf: ser un poder blando ya no es suficiente para ser realmente poderoso cuando la fuerza puede prevalecer sobre las reglas”. Como se ve y según se pone de manifiesto en el Diario “El País”, del pasado día 2, “El diagnóstico, en fin, es demoledor, y su aplastante sinceridad contrasta con la complacencia que ha caracterizado a las instituciones”.

  Pues bien, ante tanta sinceridad y tanta verdad, ¿han presentado los dirigentes europeos, con Frau Merkel a la cabeza, su dimisión y su disposición a remediar el entuerto, incluso comparecer ante los tribunales que correspondan para dar cuenta de su gestión?. No. Y ahí seguirán, hasta que logren acabar esquilmando lo poco que queda en los bolsillos de los ciudadanos, todo ello en provecho y loor de estos gerifaltes a fin de que puedan seguir viviendo en el oropel más grandioso y grandilocuente y continuar, asimismo, sin dar un palo al agua. Ahora, se plantean abrir la puerta a un club a dos velocidades (o tres o más, según convenga a fin de seguir engañando a la ciudadanía, para cuyo fin ya han formado delantera: Francois Hollande, Angela Merkel, Paolo Gentiloni y Mariano Rajoy), y se recuerda con añoranza que, quizás, este empeño europeo debió ir dirigido simplemente a lograr “un solo mercado único”. Esto es lo que exige la razón, la sensatez, la cordura y el sentido común. Ya lo advertimos en reiteradas ocasiones. Podemos decir, en realidad, que de los resultados de las citadas inminentes elecciones, dependerá el fin o el seguir a trancas y barrancas con este sueño europeo, que, como su propio nombre indica, es sólo un sueño (y los sueños, sueños son, que decía el poeta), más bien, vistos los resultados, un mal sueño, una pesadilla de la que conviene cuanto antes despertar.

MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ

  8 de marzo de 2017

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