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El impresentable

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 04 de enero de 2017, 03:33h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

Hablamos de un impresentable en la Casa Blanca, de un tal Barack Obama, próximamente Presidente extinto de los United States of America, o sea, de los Estados Unidos de América, quien no ha digerido que su sucesor sea Donald Trump, que, contra todo pronóstico, dejó a la candidata patrocinada por aquél, Hillary Clinton, con un palmo de narices, al arrebatarle, en buena lid, el sueño de la mujer de Bill Clinton (otro ex-Presidente, que en el Despacho Oval se dedicaba a cepillarse a las becarias) de acceder a la Presidencia de la primera potencia mundial y ser la primera del sexo que tanto gusta a su esposo en alcanzar tal meta.

Este estrepitoso fracaso, que así hay que llamarlo, ya que todos los medios de comunicación, nacionales y extranjeros, incluidos los de esta España de nuestros sinsabores y desgracias, que también se apuntaron a caballo ganador y que, como aquéllos, sufrieron un batacazo de muy padre y señor mío, aún anda removiendo los estómagos de los agoreros. Fracaso de tal calibre que, hablando en términos pugilísticos, dejó KO a la aspirante demócrata, la cual, rompiendo una tradición multisecular americana, no pudo o no quiso o ambas cosas a la vez, salir, en la noche electoral, a dar la cara y reconocer su derrota y felicitar al ganador, que habría que ver cómo le sentó de mal a la pepona norteamericana la misma, que la emprendió contra todos sus colaboradores, y sólo accedió a salir a la luz pública venticuatro horas después, pareciendo que hubiera pasado sobre la misma una apisonadora, por la imagen que lució, trascendente del impacto que sobre su persona pesó en una de esas situaciones en que uno exclama ¡tierra, trágame!, pues tanto se lo creía y lo tenía asumido, que sólo con su sonrisa profidén e impostada se elevaría a la poltrona que dejaba vacía su mentor Barack.

Tal fue la sorpresa y lo inesperado del triunfo de Donald, que nada más saberse éste triunfador, no faltaron, como nunca había ocurrido, quien pusiera en almoneda el sistema electoral norteamericano, basado en la obtención de mayoría de delegados y espetando que la verdadera triunfadora era la chica de oro por haber conseguido un millón ochocientos mil votos más que el magnate Trump. Y a lo que no faltaron las algaradas y manifestaciones en contra del candidato electo en vísperas de la confirmación del mismo como sucesor en el Despacho Oval, sin que haya que ser un lince para saber quiénes eran los promotores y los que estaban detrás de tales contestaciones. Pero, quizás, lo más doliente para estos vocingleros fuera que Donald consiguiera una mayor diferencia en cuanto a votación entre la clase obrera y las mujeres, más teniendo en cuenta que sobre éstas volaron mil y una patrañas para defenestrarlo y reducirlo a la miseria, mas, una vez más, les salió el tiro por la culata, y aunque no faltaron escenificaciones propalándolas para hacer descarrilar a aquél, amén de los cantantes y actores que lamen el culo al poder izquierdoso y que no podían faltar, como no faltaron a la cita, para intentar bañar de mierda al magnate americano. Pero, en fin, en el pecado llevan la penitencia.

Y, aunque, a la fuerza ahorcan, los primeros contactos del electo con el extinto parecieron de lo más normal, ante la aproximación del relevo, el segundo (Barack) no ha podido resistir la presión y haciendo lo que no debe hacer un Presidente que se va, se ha metido a adoptar decisiones totalmente ilegítimas con la única finalidad de poner palos en la rueda y piedras en el camino de su sucesor para  dejarle un panorama terrorífico e ingobernable al electo y buscando un conflicto (como si el de Siria no fuera bastante y culpa del saliente) con la antigua URSS, de consecuencias incalculables. No de otra manera cabe calificar la abstención de EEUU en la reciente Resolución de Naciones Unidas condenando a Israel por los asentamientos en la franja de Cisjordania, poniendo de manifiesto su antisemitismo y, acaso, sus orígenes musulmanes; no es de extrañar, que el primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, tema los últimos coletazos de la administración Obama, ante la Cumbre de Paz en Oriente Próximo, que se celebrará el 15 de enero en París a cinco días vista de la investidura de Donald Trump, viendo la actitud del Presidente saliente dirigida a torpedear la toma de posesión del magnate americano.

Y la última, por ahora, la decisión de expulsar de tierra americana a 35 agentes de la inteligencia rusa por considerarles autores o cómplices en el presunto “hackeo” en el proceso electoral, añadiendo que se reserva nuevas medidas, lo que es de todo punto  insólito, inédito e inexplicable en una persona que el día 20 ha de ceder el testigo a su oponente. No es sino el intento de dejar una herencia (ésta sí que es una herencia y no la que alega el PP y Mariano Rajoy respecto del PSOE y Zapatero) envenenada con la finalidad de entorpecer el Gobierno de Donald, sin darse cuenta de que con esta actitud no ha hecho sino encender una mecha en cuestiones tan sensibles como las relaciones con el Israel de Netanyahu (que ha reaccionado como debe reaccionar un verdadero Jefe de Estado que ve poner en peligro a su país) y con la Rusia de Vladimir Putin, el cual ha reaccionado como lo que es, un verdadero Hombre de Estado (así, con mayúsculas), no entrando al trapo que le ofreció Obama, corrigiendo a su Ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, que había propuesto, en reciprocidad con la medida del aún Presidente de Estados Unidos, expulsar de Rusia a 35 diplomáticos norteamericanos, para no perjudicar su relación con Trump, y cuyas respuestas habrá dejado helado y pasmado al payaso americano: “No vamos a expulsar a nadie. No vamos a caer en una diplomacia irresponsable. Rusia se reserva el derecho a tomar represalias en el futuro dependiendo de la política que adopte Donald Trump. Es una pena que el Presidente Obama acabe su trabajo de esta manera. Aun así, le deseo un feliz año, a él y a su familia”. No me digan Vds, si esta reacción del primer mandatario ruso no deja entrever a un verdadero Hombre de Estado, acaso el único que en la época actual queda al frente de un país, y al que se le puede sumar, con poco, el nuevo inquilino de la Casa Blanca, el cual replicó a las palabras del ruso aplaudiendo el “gran movimiento” de Putin: “Siempre supe que era muy listo”. El que habrá tenido que esconder, como una avestruz, la cabeza bajo el ala, habrá sido el Presidente saliente, que aún estará dándose con la cabeza en la pared ante el fracaso del intento de desestabilizar las futuras relaciones de Norteamérica con Israel y Rusia y lo que, quizás, haya conseguido, sea el haber contribuido a una mayor unión y armonía en esas relaciones. O sea, que se la habrá tenido que envainar y ya sabemos, que al igual que a su compañera de partido Hillary, cómo le habrá sentado al negro Presidente que sus planes se hayan ido al traste. Y no empleo negro en sentido despectivo, pues quizás, dado el carácter intelectual y personal, del extinto Presidente, de no haber sido por su color, dudo mucho que hubiera sido elegido y reelegido Presidente de los Estados Unidos. En este caso, la discriminación, de haberla, ha sido positiva para el interfecto.

En fin, que la llegada de Trump, contra viento y marea, y dejando en ridículo a los analistas de estómago agradecido, ha sentado como un tiro a quienes se las prometían muy felices con una Hillary al frente del país más poderoso del mundo (que ya habría que ir poniéndolo en duda), lo que garantizaba el triunfo del Stablisment, es decir, de que algo cambia para que nada cambie y a seguir tocando teta. No de otra manera ha de incardinarse el editorial del Diario “El Mundo”, del último día del año, pareciendo no haber podido aguantar más y haber explotado como le ha pasado a Obama, si no, no se entienden los epítetos con que inicia dicho Editorial y que dedica al nuevo Presidente Donald Trump: “RACISTA, DEMAGOGO, misógino, machista, populista, egocéntrico, excéntrico, sensacionalista, fanfarrón, grosero, rudo, calumniador...acumula multitud de condiciones que nunca lo harán merecedor de copar el especial que cada año elabora EL MUNDO para designar al personaje más influyente. Sin embargo, es este mismo hecho, que el hoy presidente electo de EEUU reúna estas características, el que ha motivado su elección por este periódico. Porque la victoria de Trump en las presidenciales estadounidenses del pasado 8 de noviembre significa mucho más que un nuevo inquilino en la Casa Blanca: es la victoria de un antisistema para colocarse en la cúspide del propio sistema...Son muchos los medios, analistas y políticos que ya han bautizado a su todavía nonato mendato como la “era del populismo...”.

¡Vaya, menos mal, que tras ponerlo a parir, a caer de un burro, como un trapo, de hoja perejil y de chupa de dómine, tenga la decencia de nombrarlo PERSONAJE DEL AÑO. En fin, no ofende quien quiere, sino quien puede. Y sobre el POPULISMO, es posible que tengan razón, pero su nacimiento está anclado en el calzonacismo que impera en todos los magnates del mundo, dedicados a robar pura y duramente, y a sumir a los ciudadanos de sus países en la plena indigencia y miseria, con recortes, ajustes, expropiación de derechos, sometiéndolos a una esclavitud más severa que la esclavitud en tiempos de la Roma Clásica y el imperialismo americano. Así, no es de extrañar que empiece a moverse un movimiento que tienda a mirar por los parias de la tierra y a poner a cada cual en su sitio. ¿Serán los populistas los que lo consigan? Si es así, bienvenidos sean, y los del “sistema”, los del “Stablishment”, que vayan echando sus barbas a remojar y, en cualquier caso, que les den morcilla y, si se tercia, también por la retambufa.

No es de extrañar, que el primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, tema los últimos coletazos de la administración Obama, ante la Cumbre de Paz en Oriente Próximo, que se celebrará el 15 de enero en París a cinco días vista de la investidura de Donald Trump, viendo la actitud del Presidente saliente dirigida a torpedear la toma de posesión del magnate americano.

MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ

  4 de enero de 2017

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