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El billete de 500 (I)

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 11 de mayo de 2016, 04:02h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

Según uno de nuestros más reputados y expresivos refranes que integran el refranero español, a la vez, tan certero, como puñetero, “muerto el perro, muerta la rabia”. Así parece ser el parecer, valga la redundancia, de la inmensa mayoría de nuestros políticos europeos, que, al igual que sucede en los Parlamentos de los países miembros de la Unión Europea, sólo se dedican a calentar la poltrona, en la que ufanamente asientan su antifonario, y cuya pérdida les suele costar un trauma de esos de aúpa, de esos que necesitan terapia psicológica, cuando no psiquiátrica, pues se agarran al mismo con algo más que pegamento Imedio y desplazarlos del escaño suele costar Dios y Ayuda. Pues bien, dichos individuos pegados al escaño, como aquel hombre pegado a una nariz, según el soneto de Francisco de Quevedo y Villegas, creen haber descubierto poco menos que la pólvora, el remedio para acabar con el mal dicho, la rabia, matando al perro, como suele ocurrir cuando les pintan bastos derivada de la investigación de los periodistas, que suelen matar al mensajero, mas para ello debieran matar a todos los perros del mundanal mundo o del mundo mundial, que tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando, y, aún así, tampoco acabarían con la rabia, pues bien sabemos que existen otros muchos mamíferos aptos para su contracción y su subsiguiente contagio.

Pero, el que no quiere ver, no ve, aunque no necesite gafas ni para cerca, ni para de lejos, y, además, el que no se consuela es porque no quiere, o mal de muchos, consuelo de tontos, y, así, de esta manera y guisa, asistimos un día sí y otro también al gran espectáculo del mundo, que ya no es el del circo propiamente dicho, aún más desde que se está prohibiendo la exhibición de animales en sus funciones, sino que lo es el que montan nuestros gerifaltes, sin cortarse un pelo y sin resquicio alguno de vergüenza torera.

Ya, por fin, respiran algunos, el Banco Central Europeo, el banco de Mario Draghi, tomó la decisión tan esperada y acordó dejar de imprimir billetes de euros con un facial de 500 del ala, o sean, de 83.193 pesetas, que algunos llaman antiguas, y que no son ni antiguas ni modernas, sino que son la moneda que se ha venido utilizando en este país, aún hoy, a duras penas, llamado España, desde el año 1.869, fecha de impresión de la primera peseta en nuestro país y que ha estado vigente como moneda de cambio entre los españoles hasta el día Uno de Enero del año 2.002, fecha en que España se integró en la llamada zona euro o eurozona, hasta cuya efemérides gozó de plena salud y constituyó una de las llamadas “señas de identidad” de un país, junto con el idioma y la bandera (y si se quiere, en menor medida, el escudo y el himno nacional), que hacen que un país sea reconocido y, a veces, temido, en el concierto internacional, como exponentes de la plena soberanía del país en cuestión, y cuya pérdida supone la pérdida total o una parte importante, de esa soberanía puesta en manos de quienes no buscan sino el bien propio a costa de los ilusos que, como sucede en el cuento, a la vista de una zanahoria el burro corre y corre detrás sin alcanzarla jamás, pero que nos llena de ilusión falsa y efímera y nos convierte en súbditos de quienes nuestro bien común les importa una higa y así nos luce el pelo, con la troika europea, a cuya cabeza se ha situado la nueva cancillera alemana, Ángela Merkel, a fecha de hoy bastante caída en desgracia y a la que se le vio el plumero en el tema de la inmigración siria, que tras convertirse en la adalid y la recepcionista de todos para Alemania, ha sido la inspiradora de cerrar las fronteras y dirigir a los inmigrantes hacia Turquía, poniendo precio al país que no los quiera ver ni en pintura, a razón de 250.000 euros por cabeza, en un remedo de aquellas treinta monedas con las que Judas Iscariote vendió a Jesucristo a los Judíos y que acabó con su crucifixión en el Gólgota entre dos ladrones comunes. No obstante, hubo un período de tiempo de convivencia de la peseta y el euro, y aún no es extraño hoy en día, que algunos comercios anuncien, de vez en vez, que en los mismos se puede pagar en pesetas, con objeto de que los españoles tengamos la oportunidad de desprendernos de las que guardamos en el cajón de la abuela o aquellas que atesoramos y escondimos bajo el colchón, porque no veíamos clara esa renuncia a tal signo de identidad, y al día de la fecha, se calcula que aún existen unos 1.664 millones de euros en pesetas en poder de los ciudadanos españoles, esperando el despertar del sueño de los justos. Y es que la entrada en el euro supuso, de inmediato, la subida de los precios al doble y la general carestía de la vida, como han puesto de manifiesto voces autorizadas, lo que nos impulsó a una de las mayores crisis  que se recuerdan en la historia de la humanidad, si no es la primera o la madre de todas las crisis, cuyas consecuencias se han hecho recaer sobre las espaldas del pueblo de a pie, sobre las que se ha dejado caer todo el peso de la misma, con unos recortes, ajustes y pérdidas de derechos, que han mermado en su centro de flotación, si es que no han acabado con el llamado pomposamente “Estado de Bienestar”, mientras los principales culpables, enrolados fundamentalmente, en la clase política dirigente, se han ido y siguen yéndose de rositas, mientas el pueblo llano ha sido sumido en la miseria, en la pobreza, en el horror y en el espanto, cuando no se ha propiciado el final de su vida, pues no en vano los suicidios ante la desesperada situación han estado y están a la orden del día (aunque por la autoridad competente se quieran silenciar), y como recientemente, ha puesto de manifiesto un estudio publicado por la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie) la crisis ha expulsado de la clase media, que era la que sustentaba la columna vertebral de la economía del Estado, a tres millones, al menos, de españoles, y la renta disponible por hogar se hundió un 20% entre los años 2.007 y 2.013, y el desempleo y la precariedad explican el 75% del aumento de la desigualdad. Pero, para la clase dirigente, esa clase inepta, inútil, rapaz y torticera, España va como una locomotora, dicho vulgarmente de puta madre, y en este país han vuelto a atarse los perros con longaniza, al menos los perros que no acaben siendo exterminados para acabar con la rabia, y así, como botón de muestra, España condona a Cuba 1.492 millones de euros de deuda y aplaza el pago de otros 750 millones, que veremos si no siguen la misma suerte antedicha, y el Presidente del Gobierno, en funciones, Don Mariano Rajoy Brey, a la sazón, aún titular del Registro de la Propiedad de Santa Pola, cuya silla le sigue calentando, desde hace más de treinta años, un sustituto de Elche, ha entregado la medalla de oro al mérito en el trabajo, entre otros, conforme a la propuesta formulada por la Ministra de Empleo, Fátima Báñez, a Cándido Méndez, Secretario General de la UGT desde 1.994 hasta el pasado mes de marzo, y el Papa Francisco I, en el acto celebrado en Roma el pasado viernes 7 de este mes, en que recibió el Premio Carlomagno 2.016, por su contribución a la Paz Mundial y a la Unión del Viejo Continente, en presencia de los grandes líderes europeos, entre otros, los presidentes del Parlamento Europeo, del Consejo de la UE y de la Comisión Europea, respectivamente, Martin Schulz, Donald Tusk y Jean-Claude Juncker, y la mujer más poderosa (ahora en declive) del continente, la cancillera Ángela Merkel, así como ante el monarca español Felipe VI, exhaló un lamento, de esos que recorren eléctricamente el cuerpo de los pies a la cabeza o viceversa, “¿QUÉ TE HA PASADO EUROPA?”, sin que ninguno de los presentes se sintiera aludido y menos concernido por tan flamante, directa y acongojante, exclamación. Allí, nadie se sintió repito, aludido, dicen las crónicas y todos miraron para otro lado, cerrando los ojos a la inmediata desgraciada realidad en que se haya sumida Europa y, por ende, España.

  MIGUEL-ÁNGEL VICENTE MARTÍNEZ

11 de mayo de 2016

 

 

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