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Fuera del PP, hay vida (I)

Por Miguel Ángel Vicente
martes 01 de diciembre de 2015, 23:16h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

Una vez más, y ante la experiencia vivida en las cuatro últimas citas electorales, las europeas, las andaluzas, las municipales y autonómicas y también, ¿por qué no?, las catalanas de Artur Mas, el nerviosismo ha prendido en el Partido Popular, ante la irrupción en el panorama electoral de dos fuerzas emergentes, Ciudadanos, de Albert Rivera, y Podemos, de Pablo Iglesias, y la más que consabida pérdida del dominio del bipartidismo (en el que un tercero en discordia hasta la fecha, IU, era un mero convidado de piedra), y  en el que, tan cómoda y plácidamente, se sentían los dos partidos mayoritarios y hegemónicos, hasta la fecha, Partido Popular y Partido Socialista Obrero Español, que se las han venido prometiendo muy felices, en un tuya-mía, hoy tú y mañana yo, que esto es jauja y no hay quien nos tosa y ya se sabe, que la permanencia en el poder, sea ejerciéndolo o en espera de ejercerlo, origina la muy galopante y gravísima corrupción, política, económica e institucional, sabiendo que lo que hoy fuera del poder no lo puedo hacer, lo haré mañana cuando recupere ese poder, si es que en la oposición no seguiré mangoneando igualmente los resortes que queden a mi alcance, y después, aquí paz y allá gloria. Pues bien, el asunto de la corrupción no es entendible sino en base a ese pacto no escrito de alternancia bipolar, bipartidista, en el poder, sabido que no habrá moros en la costa y que lo que yo haga lo hará el otro y quizás con mayor saña, ahínco y abundancia, cuando le toque relevarme en la poltrona y los oropeles que llevan ínsito el ejercicio bastardo, espurio, vil, infame y hediondo de ese poder.

Por eso, ahora que los Populares ya se habían acostumbrado a dormirse en los laureles y a que las cosas le rueden a favor por sí solas y por cansancio y agotamiento del oponente, se ha despertado de este sueño plácido de Morfeo, de este ensimismamiento, de esta egolatría, de ese mirarse en el espejo a diario preguntando quién es el más guapo del reino, y se ha sobresaltado al ver el panorama ante el que se enfrenta en la inminente cita electoral, en la que no va a vérselas, única y exclusivamente, como estaba acostumbrado, con el PSOE, en este caso de Pedro Sánchez, sino que dos fuerzas emergentes, dos fuerzas salidas del hastío del pueblo para con el panorama y las ofertas que dimanaban de ese duopolio dictatorial (PP-PSOE, hoy yo, mañana tú, y tiro porque me toca, como en el juego de la Oca), a que estaban acostumbrados y de lo que parece  no van a poder zafarse, al menos a corto plazo, y parece, incluso, que tampoco a largo, por lo que el líder del Partido Popular, el inefable Sr. Registrador de la Propiedad (con plaza reservada desde que irrumpiera en la política, en Santa Pola), a la sazón, hoy, Presidente en funciones del Gobierno de España, Don Mariano Rajoy Brey, ha puesto sus barbas blancas  (pues éstas no se las tinta, al contrario que el poco pelo que ya le va quedando en la testa), a remojar y quizás, Dios sabe, si  teniéndolas que recortar o cortar plenamente.

Y así, de esta manera, las huestes populares ante el avance imparable de los ejércitos de Rivera e Iglesias, se han puesto nerviosas y corre por todo su entramado un mal hado, un mal fario, de brujas gallegas, que parece indicarles que hasta aquí llega la banca que ha tocado fondo y que la ruleta ya no va más, en esta apuesta para seguir, por todos los medios a su alcance, con el paroxismo y la mímesis de una apariencia de gobernanza democrática, intercambiando la poltrona del poder entre POSE y PP, como si se tratara de intercambiar cromos, porque el hartazgo de la ciudadanía a todo lo que suena a más de lo mismo ha llegado a su punto final y hora es ya de que nuevas fuerzas se echen adelante, den un paso al frente y hagan que quienes hasta la fecha nos han llevado, y más en estos últimos ocho años, por la calle de la amargura, doblen el espinazo y de rodillas pidan perdón por todas las tropelías cometidas en el ejercicio del poder, poco menos que dictatorialmente, y relegando al pueblo a una masa informe de la que sólo se acuerdan cuando toca sacar a la luz las urnas, y entonces se ponen estupendos, incluso simpáticos, pisando la calle y besando si se tercia hasta las farolas, prometiendo lo que saben de antemano que no van a cumplir porque, al fin y al cabo, el pueblo es flaco de memoria y olvida pronto. Pero, ¡ay, amigos!, el pueblo ha empezado a pensar (lo que no querían bajo ninguna premisa aquellos jerifaltes), y ha comenzado a despertar de su letargo y está en condiciones de cantarle las cuarenta, en bastos, a quienes desde los inicios de la Transición han traicionado el verdadero mensaje que se encierra en una democracia parlamentaria, cual es el de que los políticos y la Administración Pública en general, en todos sus estamentos y estratos, están para servir y no para ser servidos, que es lo que, por el contrario, ha venido sucediendo desde que nos hicieran creer que nos encontrábamos en lo que por verdadera democracia se entiende en un país serio occidental, léase la norteamericana, la inglesa o la francesa, por poner tres ejemplos clarividentes, en las que la separación de poderes, efectiva y real, sin artificios, sin ambages y sin atajos, es una tangible realidad, mientras que en nuestro país se ha venido adulterando, desde el principio de los tiempos, esa efectiva separación de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), sobremanera pisoteando a éste último, que es, a la postre, quien tiene la llave para poder poner freno al abuso y a la arbitrariedad (en no pocas ocasiones contrarios a las más elementales normas del Ordenamiento Jurídico, incluida la propia Carta Magna) de los poderes públicos y de las distintas Administraciones Públicas, que campan por sus respetos y que acaban haciendo de su capa un sayo y acomodando, por las buenas o por las malas, la normativa legal a su conveniencia, y dejando al pueblo al pairo, porque a la postre, ¿qué les importa a ellos, que galopan en corceles de lujo y en el oropel, que aquél se halle inmerso en la miseria, el hambre, la ruina, la precariedad, el horror y el espanto?

MIGUEL-ANGEL VICENTE MARTINEZ

  2 de diciembre de 2.015

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