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Tintos de verano (IV)

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 02 de septiembre de 2015, 02:36h
Miguel Ángel Vicente
Miguel Ángel Vicente

4.- MATAR AL REY  DE  LA  SELVA.

Y viendo Dios la grandeza de lo que había creado quiso dar un paso más y creó al hombre para que pudiera disfrutar de tanta belleza y como no lo quisiera sólo, de una costilla del mismo creó a la mujer, para que fuera compañera de aquél y juntos poder gozar de toda la inmensidad de la creación para lo que les dotó de capacidad intelectiva y volitiva, poniendo a su disposición toda la naturaleza (“manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas la alimañas terrestres y en todas las sierpes que serpean por la Tierra”- Génesis, 1,26), salvo la prohibición que les hizo de no comer del fruto del llamado árbol del bien y del mal, el manzano con el que la serpiente (el diablo) tentó a Eva, que no pudo resistirse a la tentación y, por si fuera poco, dio de comer a Adán, por lo que fueron expulsados del Paraíso Terrenal y condenados a sufrir enfermedades y penuria y a ganarse el pan con el sudor de su frente, aunque respecto de esto último el hombre, sobre todo si es político, ha sorteado esta traba con enorme éxito, ya que haberlos, haylos, que no han pegado un palo al agua en su vida, lo que significa que viven acosta del sudor de la frente del resto de los ciudadanos y no es esto algo que yo me invente, sino que, en relación con los Alcaldes, un estudio pone de manifiesto que de los salidos de las últimas elecciones municipales, solo el 54% han trabajado al margen de la política, aferrados al partido, aun con más canas que Canito, a través del cordón umbilical, que se resisten a cortar por la cuenta que les trae, siguiendo esa norma según la cual “que trabajen otros”, lo que demuestra que los Partidos Políticos, en realidad, no son sino unas empresas, en las que los directivos son todos los que chupan por pertenecer a los mismos y los trabajadores los ciudadanos de a pie, fritos a impuestos confiscatorios, pues el dispendio, el gasto de aquéllos no tiene límite y, además, cada vez más aumenta la nómina de quienes no dan un palo al agua, de manera que la finalidad de los dichos partidos, en realidad y en verdad, no es que aspiren a alcanzar el poder para gobernar en pro de la ciudadanía, por el bienestar del pueblo y el logro del Estado del Bienestar, sino por la sencilla razón de que el que ostenta el poder tiene acceso fácil a la Caja Pública de Caudales y puede disponer de sus fondos, allegados con el sudor de la frente, cuando no con sangre y lágrimas, de los ciudadanos de a pie y así, con el fin de alcanzar un puesto de privilegio y esprintar en las mejores condiciones, sin rivales, se producen esas puñaladas traperas entre los mismos correligionarios, que producen vergüenza ajena. Y es por ello, esas caras largas, cariacontecidas de los Populares, pues, tras la debacle y hecatombe sufridas en las pasadas elecciones municipales y autonómicas, se calcula que los dineros que dejan de manejar en las comunidades autónomas se ha reducido a la mitad, han perdido un 66% en las Diputaciones y en los Ayuntamientos dejan de controlar 16.300 millones de euros, en total el Partido Popular deja de manejar 63.000 millones anuales, cantidad que da para mucho.

Pero, a lo que vamos, si Dios creó al hombre y a la mujer para que dominaran sobre la naturaleza entera, lo fue con la convicción de que tanto uno como otra, deberían hacer uso racional de sus facultades para conservar e, incluso, mejorar, si pudiere darse el caso, la obra que a Dios costó siete días construir. Pero, a la vista de lo que podemos analizar a lo largo de la historia, son los hombres y las mujeres, los que de una manera pertinaz y sostenida se han dedicado a malbaratar esa herencia recibida directamente de las manos de Dios, y no es que solamente el propio hombre atente contra su vida, tal como sucedió, lamentablemente, con la muerte de Abel a manos de su hermano Caín, lo que supuso el punto de inflexión de sembrar el mal en la tierra y trastocar todos los planes que Dios había desplegado para los humanos, sino que lo hace contra todo lo que se le pone por delante, poniendo en peligro especies, animales y vegetales, que ya se encuentran en peligro de extinción, y erre que erre.

Y, aunque es cierto que más nos debe preocupar que no haya persona alguna que pase hambre y calamidades, lo que en modo alguno parece preocupar a los grandes dirigentes políticos, que miran hacia otro lado, no es menos cierto que también debe preocuparnos el destrozo que el hombre está causando en la naturaleza, por su propia voluntad, entre otros actos el de matar por matar animales de una manera indiscriminada, despiadada, trapacera y sólo por el hecho de divertirse, ignorando que los animales, por así decirlo, suelen comportarse con más inteligencia que el hombre mismo, y tanto éstos como los vegetales, se comportan y progresan adecuadamente con arreglo a su naturaleza, siendo así que el ser humano, además de ser el único bicho viviente que tropieza dos veces en la misma piedra, es capaz de comportarse de esa manera torticera con los animales, sin darse cuenta que éstos nacen, viven y mueren, en un ciclo semejante, si no igual, al del propio ser humano y que sienten dolor y frío,  alegrías y tristezas, hambre y sed y, aunque parezca mentira, tienen sentimientos, lo que fácilmente se puede comprobar conviviendo con un simple perro o un loro en casa, o cualquier otro bicho viviente. Por eso, no puede justificarse ese afán de cobrar piezas para colgar cabezas en las paredes como trofeos, acabando, insensiblemente, con la vida de unos seres que merecen protección y respeto, pues posiblemente ellos se comportarían más civilizadamente que quienes, despiadadamente, se dedican a alterar su ciclo de vida cuando no a exterminar especies en peligro de extinción.

Me estoy refiriendo a la muerte del Rey de la selva en Zimbabwe, a la muerte, al asesinato, mejor dicho, del león Cecil, que, traicioneramente, con artimañas deleznables, muriera agónicamente tras ser disparado con flechas por un infame, por un maldito, por un deleznable, ser, llamado humano, que de humanidad solamente debe tener el olor a pies sudados, por un caprichoso sacamuelas, que tenía la ambición, el capricho, el antojo de embarazado, de coronar su macabra colección de trofeos con la cabeza del susodicho león, al que, vil y abyectamente, con nocturnidad y alevosía, le segó la vida para colmar su incestuosos deseos de exhibirse ante sus homólogos como un héroe. Bonita manera de presumir, armado hasta las cejas y los dientes, escondido y esperando, con engaño, la llegada de su presa. Sólo le deseo al autor de tan despreciable, innoble, indigno, depravado, perverso, miserable y ruin hecho, una muerte semejante a la de su víctima, para que viva en sus propias carnes la proyección de su detestable acto. Caiga sobre Walter Palmer, toda la maldición de los malnacidos, de quienes debieron ser abortados en el vientre de su madre y sea condenado a la prisión que se merece por tan desgraciado suceso. No obstante, habrá quienes le defiendan, en base a la espuria razón y justificación de que la caza es un foco de creación de riqueza, de trabajo y de prosperidad, como siempre pensando en la peseta, anteponiendo la avaricia del dinero a lo más noble y sagrado de la naturaleza, cual es la vida de un ser, de un animal que, acaso, tendría más seso y dignidad que el que tan infamemente le abatió y dejó morir sufriendo ante la cobardía de acercarse al mismo, aun en su último suspiro.

Y por si fuera poco, hace poco, valga la redundancia, nos desayunamos con la muerte por un escopetazo del toro de Coria en la plaza del pueblo, de lo que su alcalde se enorgullece, otro valiente detrás de la barrera. Y se avecina otra salvajada como es el asesinato del toro de la Vega. Y así, entre unos y otros, pensamos en estar en un país civilizado. Que la Virgen María les acoja bajo su manto y Santa Lucía les conserve la vista.

MIGUEL ÁNGEL VICENTE MARTÍNEZ

2 DE SEPTIEMBRE DE 2015

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